Después
de los acuerdos de paz entre el Gobierno salvadoreño y el Frente Farabundo
Martí para la Liberación Nacional (FMLN) en 1992, los combatientes se
reincorporaron de cualquier manera a la vida civil. De cualquier manera, sí, no
por falta de voluntad de los exguerrilleros, sino porque no se les ofreció un
estilo de vida alternativo a la guerra civil, porque la falta de empleo y de
oportunidades, la desigualdad social y la injusta distribución de la tierra
continuaban en todo el país. Ahora, ellos luchaban contra un pasado
estigmatizado y con un presente aún más cruel que la misma guerra: la pobreza.
Los
“Torogoces de Morazán” nacieron al calor de la lucha guerrillera como un grupo
musical revolucionario que reivindicaba ritmos tradicionales y folclóricos
típicos de El Salvador y al mismo tiempo transmitía un mensaje para la
construcción de una nueva sociedad justa e igualitaria, denunciaba los abusos y
las masacres que el Ejército Nacional Salvadoreño perpetraba en contra de las
poblaciones civiles en su estrategia de “tierra arrasada” y daba informes de
ataques y bajas de ambos mandos. En su rutina diaria combinaban tambores,
violines, guitarras y fusiles. Durante los 12 años de conflicto transmitieron a
través de Radio Venceremos, la emisora oficial del FMLN instalada en la mitad
de las montañas del departamento de Morazán. La estación de radio era
considerada un objetivo militar primordial del Ejército Salvadoreño y de los
Estados Unidos, pues fortalecía y consolidaba la simpatía del campesinado hacia
una causa liberadora contraria a los intereses de los grandes terratenientes y
oligarcas locales. Su frecuencia alcanzaba audiencias internacionales, por lo
que, en varias ocasiones, en ese esfuerzo intenso del gobierno por ganar la
guerra, fue interrumpida para tergiversar los mensajes de los guerrilleros.
Reconstrucción de la Radio Venceremos en el Museo de la
Revolución Salvadoreña, Perquín.
Los
Torogoces estaban encabezados por un combatiente del FMLN, quien actualmente,
24 años después de la finalización del conflicto armado, conserva activo el grupo,
revitaliza la memoria histórica y lleva un mensaje, cada vez más complejo de
contagiar a las nuevas generaciones. Tarea que, quien fuera su segundo fundador
en tiempos pasados, decidió emprender al separarse del grupo y fundar otros “torogoces”,
quienes con nuevos ritmos y más contenido de fusión -además del mismo nombre-
tratan de llegar a nuevos públicos.
En
el periodo posterior a un conflicto armado, quienes vivieron la guerra ostentan
la difícil labor de recordar los motivos por los cuales un pueblo tuvo que
sumergirse en la dolorosa entrega de su sangre para alcanzar un bienestar común;
y no sólo rememorarlo para sí, sino también, evocar su significado para las
generaciones que desde la urbanidad ignoran el origen de la lucha de clases y
sus eternas víctimas. Sin estos hombres -puentes inter-generacionales-, los procesos
de construcción social están condenados a desaparecer entre la conformidad de
una vida asalariada esclava, o incluso, un trabajo informal de subsistencia. Así,
unas nuevas condiciones socio-económicas disfrazadas de “desarrollo”, planteadas
por un sistema excluyente que arrincona, sólo están esperando de un Bolívar, un
Galán, un Gaitán, o cualquier inconforme con liderazgo para empujar a las
personas a nuevos conflictos armados.
Los Torogoces de Morazán en su presentación en la 2ª
edición del Festival de la Chicharra –“ChicharraFest 2016”-. Realizado en Los
Quebrachos, municipio de Jocoaitique, Morazán.
Les dejo acá una muestra musical de lo que han hecho los “Torogoces de Morazán”
durante años de producción.
16 de abril de 2016, Jocoaitique,
Morazán, El Salvador
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