miércoles, 11 de octubre de 2017

Psychedelic autumn


Spit it out stubbornly!

If someone has been able to capture in sounds the words of Albert Camus in his book "La mort heureuse" and the essence of "La Nausea" written by Sartre almost 80 years ago have been the 298 seconds of this song Khruangbin - Little Joe & Mary, which seems more than a musical climax born in a barn of rural Texas, the summary of wisdom collected from sidereal travelers, from those who returned from death through indescribable atmospheres, shamans of the ayahuasca and peyote, urging the most melancholic feelings that any being could experience.



Concerning the 26 ° centigrade at the end of September there is only the memory. As the lively greens and the clarity of ideas fade into the shadow of the clouds, the state of mind enters into a stage of introspection, an eternal psychedelic bad-trip, as in the most dismal excursion into the soul. Autumn is reaffirmed by shortening the fervor, along with the brightness, lucidity and enthusiasm. In the morning and at night, the darkness falls faster on the world of the living, it forces the mind to surrender to the realm of bitter dreams. There is time to explore the deep in the midst of isolation and longing, a compulsory approach to spiritual balance, which many wish to achieve, but few, due to their insufferable path, are ready to face.


The sounds of acid guitars and melancholy basses that penetrate the skin return, pass through all the organs and settle in the mind resonating for hours, provoking an unpleasant but addictive sensation, heavenly but chilling. Withered leaves of long-lived oaks and chestnut trees continue to fall uninterruptedly; and the journey through the labyrinths of thought becomes longer: repeating incessantly days that are lost in a mysterious glacial abyss that burns from the skin to the countenance; by the fear of discovering what is within, or what is not yet, of finding paths between the mirror and the intangible, not comprehensible and therefore despairing. The cold not only submits the body, above all it breaks the moral.

domingo, 8 de octubre de 2017

Otoño psicodélico

Escúpelo con terquedad!


Si alguien ha podido capturar en sonidos las letras de Albert Camus en su obra La muerte feliz y la esencia de La Náusea escrita por Sartre hace casi 80 años han sido los 298 segundos de esta cancióKhruangbin - Little Joe & Mary, que parece más que un clímax musical nacido en un granero de la zona rural de Texas, el resumen de la sabiduría recogida de los viajeros siderales, de los que volvieron de la muerte atravesando atmósferas indescriptibles, de los chamanes de la ayahuasca y el peyote, urgando los sentimientos más melancólicos que el ser pudiera experimentar.  


De los 26° centígrados del final de septiembre no queda sino el recuerdo. Mientras los vivaces verdes y la claridad de las ideas se desvanecen entre la penumbra de las nubes, el estado de ánimo entra en una etapa de introspección, un eterno mal-viaje psicodélico, como en la más tétrica de las excursiones hacia dentro del alma. El otoño se reafirma acortando la fogosidad, junto con el resplandor, la lucidez y el entusiasmo. En la mañana y en la noche, la oscuridad recae cada vez más rápido sobre el mundo de los vivos, obliga la mente a rendirse ante el reino de los amargos sueños. Impera el tiempo para explorarse lo profundo en medio del aislamiento y la añoranza, un acercamiento obligatorio hacia el equilibrio espiritual, el que muchos desean alcanzar, pero pocos, debido a su insufrible trayecto, están dispuestos a enfrentar.

Vuelven los sonidos de guitarras ácidas y bajos melancólicos que penetran la piel, traspasan todos los órganos y se instalan en la mente resonando por horas, provocando una sensación no placentera pero adictiva, celestial pero escalofriante. Las hojas marchitas de los longevos robles y castaños continúan cayendo ininterrumpidamente; y el recorrido por los laberintos del pensamiento se hace más largo: repitiendo incesantemente días que se pierden en un misterioso abismo glacial que quema desde la piel hasta el semblante; por el temor de descubrir lo que hay dentro de sí, o lo que no hay aún, de hallar caminos entre el espejo y lo intangible, no comprensibles y por ende desesperantes. El frio no solo somete el cuerpo, ante todo quebranta la moral.

Octubre 8 de 2017