Extraño la magia flotante en el
aire:
de los perros callejeros ladrando,
desafiando los ruidosos motores,
los malolientes transeúntes,
los desprevenidos vecinos.
Extraño las visitas despreocupadas,
los abrazos no premeditados,
las bendiciones sobrenaturales,
convocadas desde fuerzas
omnipotentes
certeras en el imaginario.
Extraño el sonido de la calle,
incesante y siempre impredecible;
que a pesar de sus estrictas
rutinas:
"calienticos los envueltos de
mazorca»,
incitan subliminalmente a la convergencia.
Extraño las llamadas furtivas,
inesperadas, rompe-horarios,
de oídos ansiosos y atentos
que sin deliberada complacencia
devoran historias con apetito voraz.
Extraño los sábados de poesía,
los martes aleatorios de frijoles,
las ineludibles horas de discusión,
palabra a verso, cuerpo a mente
sexo a sexo.
Extraño el frío… tropical de 17 grados,
sin reservas para la desnudez
sin pieles y pelos complementarios,
carente de posturas accesorias,
demandante en el mundo de los gélidos.
Extraño un ¿nos vemos mañana?,
... irremediable noche de cervezas,
remembranzas, soporte y complicidad,
las canciones no perecederas
y el derecho innegable a la
palabra.
Extraño eso y mucho más.
Pero a falta de perros, abrazos,
llamadas, palabras, poesía.
Otros cuervos, abrazos, silencios,
letras,
anuncios y ecuaciones.
...
Febrero de 2018, Darmstadt,
Alemania