Hay una costumbre en América Latina que se ha transmitido a través de las fronteras, las generaciones y las culturas. Desde los actuales descendientes de los mayas en las tierras altas y bajas de Guatemala hasta la Patagonia Argentina, pasando por Colombia y Perú, ningún país de se salva. Hace parte del patrimonio oral e inmaterial de indígenas, mestizos y de toda clase de descendientes sobrevivientes de la conquista, la colonia y los periodos republicanos. No es ajena en la modernidad ni en la era digital. El regateo es una contienda en forma de diálogo que se sirve de las más expertas habilidades teatrales. A veces usa mentiras, embustes y exageraciones, pero casi siempre halagos y palabras dulces.
Desde una comida en una plaza de mercado, productos de uso diario, el
precio de un tiquete de bus, el precio de la noche en un hotel, hostal, u
hospedaje. No importa que sea el más barato de todos. Así como una artesanía en
cualquier feria de cualquier pueblo o ciudad, todo es susceptible de ser
regateado.
Quien solicita la reducción del precio del producto conoce de antemano
un concepto definido por Karl Marx en su obra “El Capital”, pero existente
desde la primera vez que se intercambió un producto por dinero. La plusvalía, que en pocas palabras es el
valor excedente del costo del trabajo que se le da a un bien o servicio y que
se traduce en lucro. De esa manera el comerciante obtiene una ganancia por el
valor adicional de cada elemento que vende. Así, el regateador trata de reducir
la ganancia del vendedor a su más mínima expresión haciendo más justo el intercambio.
Chichicastenango es una pequeña ciudad del departamento de Sololá en el
centro occidente de Guatemala donde su población es en su mayoría indígena Maya
del pueblo Quiché. En esta ciudad se despliega el mercado indígena más grande
de América Central. Todos los jueves y domingos: productores de alimentos,
artesanos, artistas, intermediarios y empleados convergen en las calles de Chichicastenango
e inician la instalación de las casetas desde las 3 de la mañana para que las 6
se encuentre todo listo para recibir a los compradores que llegan de todo el
mundo. Hay días buenos y días muy malos para las ventas, en realidad existe
mucha oferta y poca demanda.
En mayo de 2016 tuve la oportunidad de recorrer el mercado de domingo
desde la mañana hasta su cierre, andando por los laberintos de las calles y
avenidas atiborradas de mercancía. Parece existir entre los vendedores, la
creencia de que el extranjero está dispuesto a pagar el precio inicial, que a
veces puede llegar a ser hasta 4 veces su valor
real de venta. Sin embargo, como muchos clientes no hablan Quiché o español,
al escuchar el precio se espantan, nadie compra y el mismo vendedor termina
regateándose sin ser solicitado. Muchas veces al terminar el día, algunas
personas pueden irse sin vender nada, y ese miedo hace que los precios
incrementen con la esperanza de cubrir los gastos del día al menos con una sola
venta. En algunos casos, el regateo no hace justicia sino más bien la crea,
especialmente cuando se desconoce el costo de producción del producto y se
pretende reducir el precio más allá de un trato equitativo. A mi parecer, se
debe ser crítico a la hora de regatear, observando que el deseo de un precio
bajo no fomente la auto-explotación de los productores y comerciantes de los países
del Sur Global.
Todas estas situaciones son inherentes al simple hecho de intercambio de
objetos por objetos. Chichicastenango, es un lugar ejemplar para un estudio
socio-antropológico profundo de la economía y el regateo.
3 de junio 2016, San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México