Una reseña histórica de las
etapas de la colonización de la Amazonia colombiana, centrada en el Caquetá. Su
evolución ha estado concentrada en la extracción de materia (indígenas como
fuerza de trabajo, quina, caucho, coca). Ahora, en el marco del pos-acuerdo se
cierne sobre la cuenca más grande del mundo, un nuevo ciclo extractivo más
agresivo y más complejo que engloba la mitigación al cambio climático y la
explotación de recursos energéticos.
El
departamento del Caquetá es junto con el Putumayo, la entrada desde Colombia a
la Selva del Amazonas, su característica principal es la presencia de
innumerables ríos que dan nacimiento a la cuenca hidrográfica más caudalosa del
mundo. A pesar de que en el imaginario colectivo existe la creencia de que se
encuentra cubierto de la más espesa selva tropical, gran parte de su área ha
perdido la cobertura original debido a ciclos extractivos de materias primas y
fuerza de trabajo que abrieron la puerta a la colonización y que han dejado una
profunda afectación en las sociedades y los ecosistemas originales. La
esclavitud, la quina, el caucho y la coca han sido el preámbulo para una nueva
ola extractiva, el petróleo.
Rio Bodoquero en
el municipio de Morelia (Caquetá). Este rio desemboca en el rio Orteguaza, que
a su vez discurre hasta el rio Caquetá, que alimenta al Amazonas.
La
ocupación del Caquetá ha tenido varios pulsos desde el inicio de la conquista.
Antes del arribo de los españoles ya habitaban pueblos indígenas cazadores y
recolectores, las evidencias se encuentran principalmente en los petroglifos de
la Serranía del Chiribiquete, datados por Thomas van der Hammen y sus
colaboradores en aproximadamente 14.000 años antes del presente. Entre los años
1600 y 1700 ocurrió el primer ciclo
extractivo, las incursiones a estas selvas se dieron principalmente para la
extracción de mano de obra indígena que
sirviera para ser comercializada como esclavos para trabajar en los ingenios
azucareros de las Antillas y el noreste brasilero; primero arrasaron con los
habitantes del bajo Amazonas y después se trasladaron a la cuenca alta del rio
Caquetá. Al mismo tiempo, los misioneros franciscanos se aventuraban a la
evangelización y exploraban oportunidades para la expansión de los dominios de
la iglesia y su poder socio-económico. Como resultado, se obtuvo una drástica
disminución de la población nativa y su relegamiento a pequeños núcleos
desconectados en medio de la selva.
En
la década de 1850 se produce el segundo
ciclo extractivo, incentivado por la demanda
de quina (planta medicinal originaria de América del Sur usada para combatir
la fiebre). La actividad económica usa y agota la fuerza de trabajo indígena
local -lo que quedaba de ésta-, desplaza y esclaviza a los ocupantes originales
y en consecuencia causa la migración de trabajadores desde todas las regiones
del país, especialmente de Tolima, Cauca, Huila y Valle del Cauca. Los
indígenas que habitaban las regiones de explotación, ubicadas en Putumayo y
Caquetá, se reagruparon para subsistir, hacia zonas aún más remotas de la selva.
Desde ese momento, se retoman los primeros caminos creados por los conquistadores
y los misioneros; y se abren nuevas rutas comerciales terrestres y fluviales.
Por un lado, se consolidan los caminos de herradura entre los Andes y el
Amazonas, y por el otro se lleva a cabo la navegación del rio Putumayo y
Caquetá para el intercambio de mercancías con Brasil y la salida a los puertos
del Atlántico. En 1884, los precios mundiales de la quina caen y esta economía
extractiva fracasa. Como resultado queda la disminución drástica de los pueblos
indígenas nativos, el agotamiento de la planta medicinal, una población
empobrecida que solo dependía de este eslabón productivo y grandes ganancias
para los empresarios locales y extranjeros.
Evangelización en el Caquetá a principios del siglo XX. Fuente: Exposición Museo Caquetá, orgullo de Colombia (Florencia).
Evangelización en el Caquetá a
principios del siglo XX. Fuente: Exposición Museo Caquetá, orgullo de Colombia
(Florencia).
Los
comerciantes de quina encontraron una nueva oportunidad para continuar con la
explotación de bienes en la amazonia. Gracias a la Segunda Revolución
Industrial, el caucho, pasó a ser
denominado el oro blanco de América
del Sur, dada su esencial importancia para movilizar un nuevo invento surgente
en el mundo, el automóvil. Pero no es debido al hombre blanco que se evidencia
la utilidad de la preciosa savia de los árboles pertenecientes al género Castilla y Hevea, nativos de América
Central y América del Sur. Antes de
la invasión europea, los pueblos indígenas usaban la resina del caucho para
elaborar tiras y correas, vasijas, fabricar mangos de herramientas, telas
impermeables e incluso recubrimientos en sus pies que asemejaban zapatos. Su uso
más trascendental, será para algunos la fabricación de las primeras pelotas de
goma por parte de los habitantes mesoamericanos y que daría origen de algún
modo al futbol.
Hacia
1880 inician las explotaciones en el Sinú y El Atrato, las cuales no dan abasto
y se trasladan a la Serranía de la Macarena y las cuencas de los ríos Yarí,
Apaporis, Vaupés, Guaviare, Inírida y Caquetá. Durante este tercer ciclo extractivo, el gobierno
colombiano concesionó tierras a las empresas explotadoras a cambio de que éstas
construyeran caminos y centros poblados en las fronteras con Ecuador, Perú y
Brasil, una manera de delegar sus funciones a los privados, históricamente
característico de la clase dirigente. La historia de desplazamiento y
esclavitud indígena se repite, más cruda e intensa que antes. Narraciones de
excursionistas europeos recopilan la infamia, la iniquidad y la depravación de
los hambrientos de oro blanco. José
Eustasio Rivera, en su novela La Vorágine
expresa su rechazo a estas oprobiosas prácticas y marca un hito en la
literatura colombiana, pautando el inicio del modernismo con una prosa hermosa
en demasía, poética pero objetiva y colmada de epítetos certeros que lo
llevaron a ser catalogado como el “poeta de la Selva” según Horacio Quiroga. Sin
duda, La Vorágine narra el comienzo de la violencia en la narrativa colombiana,
superando las crónicas y la no-ficción contadas desde la perspectiva del
victimario (misioneros y realeza conquistadora).
A
continuación, algunos apartes de Wade Davis, etnobotánico canadiense que ha
investigado los pueblos indígenas amazónicos y de W. Hardenburg, ingeniero
trabajador en las caucherías.
...
Los agentes de la Compañía obligan a los pacíficos indios del Putumayo a
trabajar día y noche, sin la más mínima recuperación salvo la comida necesaria
para mantenerlos vivos. Les roban sus cosechas, sus mujeres, sus hijos. Los
azotan inhumanamente hasta dejarles los huesos al aire... Toman a sus hijos por
los pies y les estrellan la cabeza contra los árboles y paredes... Hombres,
mujeres y niños sirven de blanco a los disparos por diversión y en
oportunidades les queman con parafina para
que los empleados disfruten con su desesperada agonía ...
W. Hardenburg, 1909
Rafael
Calderón, un bandido de veintidós años (...) tenía un lema: "Matar a los
padres primero y después gozar de las vírgenes". Cuando una mujer se
negaba a acostarse con uno de sus hombres, Armando Norman la envolvía en una
bandera peruana impregnada en gasolina y le prendía fuego. A otras mujeres las
empotraba, disponibles para cualquiera. Cuando el supervisor de Atenas
descubrió que una joven india que él había violado tenía una enfermedad
venérea, la ató en suelo y la azotó mientras le insertaba un palo ardiendo en
la vagina.
Wade Davis,
2009
"En
1904 contrató a doscientos guardianes de Barbados y
les encomendó la tarea de acorralar a cualquiera que intentara escapar (...)
Los caucheros, a quienes se les permitía 'civilizar' a los indios, atacaban al
alba, atrapando a sus víctimas en las malocas y ofreciéndoles regalos como
excusa a su esclavitud. Una vez en garras de deudas que no podían comprender y
a riesgo de la vida de sus familias, los huitotos trabajaban
para producir una sustancia que no podían usar. Los que no cumplían con su cuota,
los que veían que la aguja de la balanza no pasaba de la marca de los diez
kilos, caían de bruces a la espera del castigo. A unos los golpeaban y
azotaban, a otros les cortaban las manos o los dedos. Se sometían, porque si
oponían resistencias sus esposas y sus hijos pagarían por ello."
Las
rutas comerciales de esta época conectan principalmente el sur del Huila con el
Caquetá a través de caminos estrechos y precarios por los que salía la
mercancía a lomo de hombre, demandando la construcción de bodegas, paradores y
pequeños poblados a lo largo de las sendas. En el transcurso de estas décadas
se fundan las poblaciones de Puerto Rico, San Vicente del Caguán y Florencia,
en el departamento del Caquetá. Una vez más, la historia insiste, la bonanza
cauchera fracasa. Los precios se desploman en 1910 y una gran cantidad de mano
de obra queda flotando en medio de la selva y los caminos. Obreros, soldados,
camineros, comerciantes, prostitutas, etc. se repliegan hacia el piedemonte
donde las condiciones de vida son más amables, ocupando esas pequeñas bodegas y
caseríos dejados por las caucherías. Aquí, la economía extractiva se transforma
en economía campesina e inicia una nueva etapa de colonización del territorio.
De
acuerdo a las investigaciones y a los documentos del Archivo General de la
Nación, existían pocas rutas de comunicación entre los centros poblados, lo que
dificultaba el desarrollo económico de la región. Fabio Álvaro Melo, en su
tesis de maestría en historia (2012) narra que, en 1918, para ir desde
Florencia hasta San Vicente del Caguán se requería remontar la Cordillera
Oriental hasta el Huila, pasando por Garzón y Gigante, para volver a descender
hacia la planicie, este viaje tardaba 14 días. A raíz de esto, surgió la
necesidad de construir más caminos que implicaran menor tiempo y facilitaran la
gobernabilidad y el fortalecimiento de las economías locales. En esta dinámica
el Caquetá se estanca durante al menos dos décadas.
Sin
buscarlo y casi por obra del azar, ocurre en Colombia un acontecimiento que le
abre definitivamente las puertas a la ocupación y a la deforestación de la
selva a toda Colombia. La Guerra con Perú, en 1932 exige al gobierno que
finalmente invierta en la Amazonía. Las antiguas trochas caucheras se
acondicionan para el tránsito de tropas y se construye la base aérea de Tres Esquinas
a orillas del rio Caquetá, la base naval de Leguizamo en Putumayo, la carretera
Pasto Mocoa y la vía Garzón Florencia. De igual manera, el gobierno regala baldíos
para que los colonos ocupen y hagan presencia en el territorio en representación
del Estado, estos baldíos se entregan con la condición que un alto porcentaje
sean pastizales para ganadería. La guerra termina con el tratado Salomón –
Lozano y el gobierno vuelve a su centro de poder en Bogotá, dejando al Caquetá,
una vez más a su suerte.
Entre
1929 y 1959 se da en el Caquetá un período de migración espontánea hacia los terrenos baldíos de los
departamentos amazónicos. Esta ocupación, que databa desde mediados de 1850,
fue exacerbada por el desplazamiento impulsado por la violencia bipartidista. Desde
los inicios de la segunda mitad del siglo XX se presenta una colonización inducida por parte del
gobierno a través de 3 programas de poblamiento en el Caquetá: La Mono, Valparaíso
y Maguaré (en el Doncello). Estos programas a manera de reforma agraria en
realidad describían una contrareforma, pues propendían por dar tierra poco cultivable
a los campesinos desterrados de las zonas más productivas del país, las
ubicadas en la Cordillera de los Andes. Así, se profundiza el acaparamiento de
las zonas más fecundas y valorizadas del país en manos de los grandes terratenientes.
En
las décadas posteriores, por las vías que alguna vez sirvieron para sacar quina
y caucho e ingresar soldados, se adentran desde los Andes un sin número de campesinos
empobrecidos y desplazados una vez más. Esta vez por el denominado conflicto armado.
En los años 80, convergen en el Caquetá las guerrillas de las FARC, el EPL y el
M-19 y el gobierno responde con una estrategia contrainsurgente a través de
bombardeos. Ante la ausencia de inversión estatal, la bonanza cocalera (1977 – 1986) se configura como el cuarto ciclo extractivo, una forma de
conseguir dinero rápido y auto-sostener las economías locales, ciclo que está
llegando a su fin y deja en la incertidumbre a la población que depende de
éste.
De
todas las falsas bonanzas en las que ha caído el Caquetá es claro evidenciar
una serie de constantes: primero, las grandes ganancias nunca se han
representado en inversión social o en buen vivir para las comunidades locales;
segundo, los pueblos originarios y la biodiversidad han sido exterminados y desplazados;
tercero, las economías han sido netamente extractivas, sin generar
industrialización, encadenamiento productivo o valor agregado a las materias
primas; cuarto, el Estado ha delegado su responsabilidad sobre el territorio
amazónico a las empresas privadas, concibiéndolo únicamente como una despensa
-perpetuando la visión de los conquistadores-, al estilo de la Leyenda del
Dorado.
Actualmente,
la economía del Caquetá es agrícola, pesquera y ganadera y posee propuestas
sostenibles y autogestionadas que parten de la organización comunal. Sin
embargo, el Estado colombiano vuelve una vez más sus ojos hacia este
departamento. En los últimos años se ha avanzado en la construcción de varios
tramos de la Carretera Marginal de la Selva, la cual pretende conectar las
regiones amazónicas de Perú, Ecuador, Bolivia, Colombia y los llanos de
Venezuela, y que implica la construcción de vías que conectan Florencia con
Puerto Rico (Caquetá); y San José de Fragua con el municipio de Villagarzón
(Putumayo), actualmente en obras.
Estas
nuevas carreteras acompañan lo que podría consolidarse como un nuevo ciclo extractivo, combinando explotación de hidrocarburos, minerales,
maderas y productos de monocultivos (enmarcados en los planes de “economía
verde”). De acuerdo al mapa de tierras de la Agencia Nacional de Hidrocarburos
(ANH), en el departamento del Caquetá, hoy en día se encuentran al menos 14
bloques en exploración, 1 en Evaluación Técnica (TEA) y 19 bloques disponibles;
lo que suma en total más de la mitad del área del departamento. Respecto a la
minería, se encuentran al menos 55 títulos mineros vigentes (ANM 2015) y 26
solicitudes de legalización (ANM 2014). Lo contradictorio en esta nueva apuesta
gubernamental es, por un lado el discurso “conservacionista” de reducir a cero la
deforestación de la Amazonía y la ampliación del área de zonas protegidas como
el Parque Nacional Natural Serranía del Chiribiquete y por otro lado la
concesión de áreas de exploración y explotación minera y petrolera acompañado
de proyectos de economía verde y monocultivos como estrategia de mitigación al
cambio climático. Es justo aclarar que un monocultivo no es un bosque y el
hecho que haya plantas no garantiza la provisión de funciones socio-ecológicas
esenciales.
Mapa de Tierras de la ANH con los bloques en
exploración, en producción y en Evaluación Técnica a febrero de 2017. En verde
se observan los Parques Nacionales Naturales y las Zonas de Reserva Forestal.
Fuente: Elaboración propia con datos de la ANH y SIAC. Nótese el cruce entre
zonas de protección ambiental y bloques petroleros.
Ante
el panorama actual del departamento del Caquetá y la Amazonía, y los escenarios
futuros que se vislumbran, es posible pensar en que se esté iniciando una nueva
etapa de economía extractiva, más diversificada, más organizada y más agresiva.
Vale la pena preguntarse esta vez: ¿En detrimento de quien y que se
desarrollarán ahora estas actividades?, ¿Cómo garantizará el Estado la
conservación de los ecosistemas y sus funciones?, ¿Existe alguna diferencia entre
los guardianes de las caucherías y los agentes armados al servicio de las compañías?,
¿Qué sentido tiene ampliar el PNN Chiribiquete mientras se ofertan bloques
petroleros a su alrededor y sobre el área de la Reserva Forestal de la Amazonía?,
¿A cambio de que se hará la explotación de los bienes naturales, humanos y los
recursos no renovables? Y por último ¿Qué les quedará a las futuras
generaciones cuando en pocas décadas esta bonanza fracase como todas lo han hecho?
Para ahondar en estos temas y para corroborar la información aquí plasmada dejo a todos ustedes los siguientes documentos:
Video sobre la resistencia civil al Bloque petrolero
el Nogal en Valparaiso, Caquetá.