viernes, 21 de abril de 2017

El sepulcro de los libres


                                                                          A quienes poseen grilletes de oro atados a sus miembros y la fogosidad no inquieta sus mentes.

¿Cómo se pueden soportar placenteramente los yugos de las cadenas?
Siempre pensé que conocer premeditadamente el resultado de un experimento o el desenlace de una historia, es similar a resignarse a un devenir escaso de pasión, carente de fascinación, ausente de sorpresa.
¿Dónde nos quedó la improvisación y la dinámica?... el estímulo necesario para elaborar las hipótesis, planificar acciones, construir aprendizajes y avanzar con nuestro mundo. Tratamos de prevenir el libre acontecer de la naturaleza, detener la sequía y la inundación; anticiparnos al futuro y evitar lo súbito, todo para salvar de la destrucción un sistema que nos somete a vivirlo como no queremos; humanizar los ecosistemas y ejercer poder sobre todo el entorno.
El paraíso prometido, las democracias, el “pacto social” y el trabajo asalariado mantienen una codicia permanente: por la vida eterna, por el “orden social” por el bienestar de la familia, etc. ¿Dónde quedó el bienestar del humano como individuo que se desarrolla acorde a su autonomía, que aprende de la muerte y la convierte en parte de la vida? ¿Para qué continuamos soñando si el mundo ya está hecho y estamos viviendo ahora en la posteridad?. La especie yace ahora inerte sobre su propia ilusión de libertad y felicidad.  

Febrero 11 de 2015, Bogotá. 


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