Una roca que pierde sus partes,
pronto será polvo. Parque Nacional Natural Tayrona, Costa Caribe colombiana,
2013.
La naturaleza posee su propio equilibrio.
Generalmente no soporta la división de su unidad.
Cuando una hoja cae de un
árbol,
ya no es un árbol,
porque dejará de existir si sus hojas lo abandonan;
y
ellas, como fragmentos infinitamente divisibles,
quedarán expuestas a la
implacable erosión del tiempo,
hasta descomponerse en infinitesimales despojos,
de lo que alguna vez llegaron a ser.
Asimismo, los órganos hacen parte funcional
de su sistema
donde la armonía
está condicionada a la reciprocidad de su
existencia.
La unidad colapsa ante el fallo de una de sus porciones.
Como la naturaleza con sus leyes inherentes,
el amor también crea un todo,
uno que ha sido comparado a las dos mitades de una
naranja,
que mientras están juntas se encuentran vitales e inspiradoras,
pero que cuando
son tomadas por aparte y puestas en diferentes lugares,
se marchitan, se
entristecen, se extrañan.
Desconsoladamente avanzan hacia la fatalidad de su
destino,
a su continuo deterioro, a su irremediable pudrición.
El amor es el
culpable
de establecer el equilibrio
entre las porciones
naturalmente
incompletas.
15 de marzo de 2015, Bogotá
Es una reflexión linda, pero un poco triste. Yo creo que a pesar de que la roca pierda la unidad, sus dos partes siguen conformando un todo, siguen compartiendo la misma esencia. Me encanta esa foto.
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