miércoles, 23 de mayo de 2018

Una plaza de mercado ambulante



Agua de coco, trozos de melón pelado, naranja lista para comer, mango, ¿guayaba?, también. Y la mezcla de todas ellas al mismo tiempo, por supuesto, a precio de cora (25 centavos de dólar) la bolsa. En los buses de servicio público metropolitano e intermunicipal de El Salvador se encuentra lo necesario para una dieta refrescante y saludable, adaptada a cualquier presupuesto y a lo que podría fácilmente denominarse un temazcal móvil (baño de vapor). 



Estas antiguas rutas escolares estadounidenses, han sido reutilizadas y acomodadas forzosamente por toda América Latina desde los años 70 -los buses que inundaban la Bogotá de los 80´s y 90´s son los mejores testigos-. El típico Blue Bird, con forros en cuero para los asientos y sin ventanas ni aire acondicionado, conforman el ambiente propicio para la deshidratación en las tierras bajas de América Central, pues con temperaturas alrededor de los 35° y una humedad del 90%, el sofoco insoportable solo se palia con frutas.




Pero no es suficiente vender jugosos manjares tropicales, pues el asunto no es de solucionar la sed sino de conseguir dinero, ya que el trabajo informal avanza vertiginosamente por todo el mundo proporcionalmente con el perfeccionamiento de la tecnología, el reemplazo del humano por las máquinas, la producción en masa y el neoliberalismo. Por eso, se le vende también el complejo B, el diclofenaco, el acetaminofén, la pastilla para la diarrea, los antibióticos, el enjuague para la calvicie, el menjurje para la mala suerte, veneno para ratas, polillas y cucarachas; almuerzos: riguas con queso, batidos, pinchos de carne con tortillas de maíz (a solo 2 dólares); agua, gaseosas, pupusas y un sin fin de alimentos más; el compilado de mp3 del ídolo del pueblo recién difunto. Todo al mismo tiempo, los vendedores y rebuscadores se estrellan en los estrechos pasillos de los buses en una pasarela cíclica, pues el ritual consiste en entrar por la puerta delantera, avanzar calmadamente ofreciendo los productos a través del corredor -dilatando inexorablemente el tiempo, dándole cabida al pasajero indeciso- salir por la puerta trasera y volver a subirse al bus inmediatamente, para el segundo round, por si alguien se arrepiente de no haber comprado algo. Una sobredosis en 5 minutos de parada. Esto hace de los viajes largos y monótonos un deleite para el hambriento y la fascinación de un curioso. Una plaza de mercado accesible en el bus.

14 de abril de 2016, San Miguel, El Salvador

martes, 15 de mayo de 2018

Así llegaste otoño



Después de una difícil partida de la que ha sido mi casa por 26 años, de múltiples despedidas, de adioses quebrantantes y ríos de lágrimas. Dejé sola e inconsolable a la mujer que más ha llorado mis dolores, mi crueldad y mis rencores, para enfrentar una etapa de metamorfosis en mi vida. Al llegar a Alemania los días calurosos de verano se sentían en la alegría del ambiente, un entorno jovial y unas calles atestadas de sonrisas y carnes a flor de piel. Pero el clima cambió repentinamente para no volver en meses, el sol se desvaneció, las nubes dominaron el firmamento, la luna no volvió a brillar, el sol se hizo tímido, la lluvia empezó a caer sin cesar y el viento glacial acompañaba las calles, ahora más solitarias y atemorizantes. Las noches se hicieron más largas y el sol, que 15 días atrás iluminaba desde las 5:49, ahora dormía hasta las 6:30. El otoño se acercaba. Nueve meses después, a pesar de que el ciclo se encuentra en su mitad opuesta, las despedidas no se agotan.

Septiembre 2017 - Mayo 2018