Una lejana geografía
que sangra
Arturo Alape
Cuna de solitario destierro.
Luz que enceguece a los invidentes.
Frío de aliento penetrante
con perfume demente.
Atracción a tu insensatez.
Voy buscando en ti
lugares que ya no existen,
Siguiendo huellas que alguna vez dejé,
de memorias borrosas y tristes.
De un espacio arrasado por el tiempo.
Pasado y recuerdos de efecto cubierto.
Te sigo anhelando.
Clamando por las voces que me dejaste,
y que ya se han ido.
Devoraste mis sueños.
Aún hablamos el mismo idioma,
y no me abandonas con mi soledad.
Mi primer amor.
Me ahogué en tu interior.
Pese a que solo parezcas
concreto y laberintos,
podemos seguir andando de la mano.
Ahora que encuentro la esencia de tu profundidad.
No somos tan distintos.
No eres tú, son mis ojos.
Yo soy otro también,
alterego de tus demonios.
Complemento de tu renacer.
Gracias por enseñarme a caminar de nuevo,
desde tus tristes tugurios empinados
hasta la opulencia de tu europeo norte.
Por seducirme desde el nublado cielo,
que anuncia el frío de tu Dorado duelo.
Aunque existas en prolongada lejanía,
aunque censures con pintura mis muros,
y me destierres con violenta ira.
Aunque rompas tus inacabables promesas,
y expulses de tedio a tus hijos al exilio.
Eres mía como yo tuyo.
Por el mundo estuvimos juntos,
en la asfixiante pasión extranjera,
y en el inmenso mar de la monótona apatía,
entre agua dulce de sed moría.
Contigo tuve que volver,
porque en ti estaba todo.
Ya no eras eso que me agobiada.
La isla olvidada en la evolución estancada.
Tienes un poco de todo el mundo.
El caos irreparable de Katmandú,
y la sucia y genuina estética de Berlín.
Los lunes frenéticos de Estocolmo,
y las voces anónimas de los muros de Atenas.
El aroma abigarrado de las pendientes de Nápoles,
fusionado con la adrenalina estimulante de San Salvador.
Los rincones bohemios de Buenos Aires,
y la olvidada desolación de Potosí.
En cada lugar, sabor a ti.
Siempre fuimos tu y yo en la ciudad.
Días y noches entre pisadas y alcohol,
madrugadas frías de humo blanco.
El en circo psicodélico de la modernidad,
lujuria y disolución en tu oscuridad.
Dias de treinta y seis horas,
divagando entre pensamientos y revoluciones.
El ácido subiéndonos por la columna.
Clímax de palabras nunca mezcladas,
y de ideas casi convulsionadas.
Por tu delicado y artístico balance.
Por el furtivo y clandestino "mi amor".
Porque has sabido renacer cada día.
Porque te llevo hasta en mi piel corroída.
Porque yo soy todo eso,
que encuentro en ti cuando regreso.
Porque lo que escribí, lo hice ayer,
y porque 5 años sin tu fuego pesan.
Siempre volveré a ti Bogotá.
Lago Gosaikunda, Himalayas, Nepal. Septiembre de 2022
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