La sexualidad es un acto intrigante, una atractiva mezcla entre cultura y biología. Necesidad genética y placer instintivo. Su práctica, a pesar de lo catártica, ha alcanzado evidentes niveles de trivialidad y mecanización en la modernidad. Muchas veces vamos al encuentro sexual como autómatas, con unas ideas predefinidas acerca de nuestro rol en lo erótico y así tratamos de cumplir con esos protocolos y convencionalismos adquiridos de ese mundo de conceptos formado a partir de los prototipos culturales.
La pornografía, los roles normativos de género, la falta de transparencia en la comunicación y una larga serie de etcéteras nos han creado una imagen de como debemos vivir el sexo, llevándonos a una desconexión con lo que queremos y con lo que sentimos. Nos abstraemos de nuestro placer y de la belleza del momento mientras pensamos si nos estamos moviendo como en la película o si vamos a ser ese polvo digno de recordar. Asumimos el papel para un examen o un ejercicio de gimnasio. No disfrutamos libremente de nuestra sexualidad por que llevamos a cabo la que la sociedad nos dijo que teníamos que vivir, poniendo una presión enorme en factores como las características físicas que deben ser excitantes, el rol opresor del hombre sobre la mujer, la duración del encuentro sexual y la penetración como la única forma de dar goce. Y puede llegar a ser frustrante porque nos encasilla, nos pone una etiqueta. Nos limita mentalmente y en consecuencia nos condiciona físicamente.
Uno de los principios de la meditación explica que “la energía va a donde la mente está”, de ahí la transcendencia de enfocarse en el aquí y el ahora, con el fin de canalizar esa energía vital hacia el momento y lugar del sexo, sin importar si es para otra(s) persona(s) o para sí mismo. De hecho, hay tantas maneras de sentir placer sexual como personas y personalidades en el mundo; y la belleza del sexo está en la infinitud de sus formas, colores y sabores. Diría un amigo “en la cama todos somos iguales” y por eso debemos asistir a él con transparencia y desnudos de normas, con miras a empoderarnos como seres humanos en igualdad.
El aquí y el ahora implica reducir la velocidad, prestarle atención a los deseos y necesidades de nuestro cuerpo para crear un ambiente seguro y de conexión donde podamos expandir nuestra consciencia. El tantra contempla la sexualidad como la expresión más poderosa donde se puede tener una experiencia trascendental en cuerpo y alma, libre de malentendidos, culpas y dogmas. La filosofía tántrica se fundamenta en cuatro principios: “aceptarse a uno mismo y a los demás tal como son”; “estar presente en el momento con los cinco sentidos”; “expresar lo que sientes y piensas”, y finalmente, “alcanzar un movimiento armónico y fluido”. Esto se podría resumir como: aceptación, consciencia, comunicación y armonía. Voy a acuñar esta técnica como ACCA.
La satisfacción sexual trae liberación y esa liberación solo puede ocurrir cuando dejemos de vivir el sexo como un medio para llegar a un punto, una rutina o un deber, o de vivirlo con culpa o como algo pornográfico. Liberarnos de los juicios y de las tensiones de experiencias pasadas permite fluir el encuentro sexual placenteramente y nos lleva a niveles superiores de exploración. Hay mucho fuego, sensualidad y poder en la conjugación de una mente y un cuerpo libres.
No pretendo con este escrito enumerar una lista de técnicas para practicar un sexo consciente, porque la consciencia posee dimensiones ilimitadas. La esencia de alcanzar una comunicación sexual con alma, mente y cuerpo está en ACCA. La experiencia comienza con la creación de un ambiente cómodo, seguro y de confianza, sin prisas, sin interrupciones ni expectativas. Continúa con una respiración tranquila y sincronizada donde los latidos del corazón también puedan armonizarse. Tranquilos, mantén la mente en las sensaciones de todos tus sentidos, siente el gusto de la mirada a los ojos, del suave tacto y la exploración de la piel, de las formas, de los aromas. Enfócate en las caricias y los besos y en como la respiración permea cada zona erótica del cuerpo. Expresa lo que quieres y sientes. Explora y detente en partes del cuerpo que nunca habías detallado. Por último, encuentra un equilibrio armónico en el movimiento de tu cuerpo. Si lo pierdes y empiezas a contraer la zona perineal para liberar un orgasmo, detente, relájate, amplia la respiración, suavízate y vuelve a conectarte con el cuerpo del otro. El sexo consciente nos permite alcanzar otros niveles de consciencia, aumentando la capacidad de sostener la energía en el cuerpo y circularla a través de él. El amor también se hace con las mentes.
El sexo debe estar a la medida de las situaciones y de nuestros gustos. No dejemos que la mercantilización de la vida y el rápido consumo nos quite su placer y su poder. Tampoco que la velocidad de la vida nos deserotize y nos destruya el disfrute de establecer vínculos con otras personas. Una emancipación sexual con miras hacia un sexo consciente y liberador es necesaria. Empecemos la revolución en nuestras camas.
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